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Autora: Rocío Serrano

Introducción

Toda nevera y despensa saludables deberían de disponer de abundantes alimentos naturales y limitar la presencia de alimentos procesados. 

Los alimentos naturales son aquellos que se mantienen prácticamente iguales que como “nacen de la tierra”: verduras, frutas, legumbres, pescado y carne.

¿Qué son los alimentos procesados?

Los alimentos procesados son aquellos que han sido tratados industrialmente y, por tanto, no se consumen en el estado natural en el que se encuentran en la naturaleza. Han sufrido transformaciones o algún tipo de proceso industrial respecto a su estado inicial para su elaboración

Se les suele agregar diversos ingredientes para conservarlos o hacerlos más apetecibles. 

Por ejemplo, el pescado comprado en la pescadería, es un producto natural. Sin embargo, el pescado en lata es un producto procesado.

Consumir alimentos procesados acarrea muchos perjuicios para la salud. El primer motivo es por haber sido sometidos a altas o bajas temperaturas cambiando así su consistencia. Y el segundo motivo es por el hecho de estar repletos de aditivos químicos añadidos con el fin de que estos alimentos puedan ser distribuidos y conservados, o sencillamente para hacerlos más adictivos y apetecibles al paladar. Entre estos aditivos destacan los conservantes, los saborizantes artificiales o los colorantes.

GRADOS DE PROCESAMIENTO

Por otra parte, es importante tener en cuenta los grados de procesamiento; no todos los alimentos tienen el mismo grado de procesamiento. Por ejemplo, el yogur tiene un nivel bajo de procesamiento, mientras que las galletas industriales tienen un alto nivel de procesamiento.

De acuerdo a su grado de manipulación pueden establecerse cinco tipos de alimentos procesados. 

1.- Los mínimamente procesados. Apenas se modifican las propiedades de los alimentos y su objetivo es facilitar su consumo. Se envasan sin adición de componentes que afecten la salud. Son, por ejemplo los frutos secos sin cascara (nueces, almendras, etc.) y hortalizas listas para consumir (verduras o lechuga lavada y/o cortada en bolsa).

2.- Por otra parte se encuentran los alimentos medianamente procesados sometidos a algún tipo de tratamiento y se han visto afectados por algún proceso tecnológico. Es el caso de alimentos congelados o ya cocidos, el yogur natural, los edulcorantes o los aceites y mantequillas, entre otros. En estos alimentos se combinan procesos como; prensado, trituración, molienda, refinación, hidrogenación, hidrólisis, extrusión, uso de enzimas y aditivos.

PEQUEÑA LISTA DE ALIMENTOS PROCESADOS SALUDABLES

  • El aceite de oliva virgen extra.
  • El tofu, el tempeh y el miso.
  • Los encurtidos: aceitunas, pepinillos, cebolletas, etc.
  • La verdura congelada: alcachofas, espinaca, judías verdes, guisantes, habitas…
  • La verdura en conserva sin añadidos: espárragos, pimientos del piquillo, tomate al natural…
  • La legumbre cocida en bote.
  • La verdura limpia y cortada envasada en atmósfera modificada (cuarta gama).
  • La fruta desecada: higos, orejones, ciruelas, pasas…
  • La fruta deshidratada o liofilizada.
  • El cacao puro y chocolate por encima del 85% de cacao.
  • El tahín.
  • La crema de cacahuete o sin ningún añadido.
  • La mostaza de calidad.
  • El café, té, especias secas…

Si alguno de ellos forma parte de vuestra lista de la compra, no hay por qué eliminarlo. Eso sí, nunca compremos sin revisar previamente la lista de ingredientes para asegurarse que no tiene añadidos indeseables.

3.- Tras estos pueden encontrarse los alimentos con ingredientes añadidos o los alimentos ultraprocesados, que son aquellos que no se parecen en nada a su forma original. 

Este grupo es el que hay que evitar. Altos en grasas trans, además de azúcares, sodio, todas deficitarias de micronutrientes, fibra dietética y de alta densidad energética.

Aquí encontramos las margarinas, los cereales del desayuno, las tabletas de chocolate, los caramelos, embutidos (salchichas, jamón), snacks como patatas fritas, palomitas de microondas, barritas energéticas, salsas como tomate frito, mayonesa, kétchup, mostaza, postres como yogur azucarado, tartas de queso, flanes, etc., pan envasado como el pan de molde, edulcorantes como el aspartamo, el azúcar blanca, etc., bebidas como zumos de fruta, leche UHT, gaseosas, refrescos, café instantáneo, mermeladas, etc.

4.- Y por último, los alimentos altamente procesados donde incluiríamos las galletas, las comidas preparadas como pizzas, lasagnas, sopas instantáneas, caldos concentrados, comidas congeladas como nuggets, croquetas, hamburguesas, albóndigas, etc.,

Un truco para detectar alimentos ultraprocesados es fijarse en el envoltorio. Generalmente, éste tiene colores muy llamativos y/o vende comodidad. Pueden llamar la atención de los niños con superhéroes y otros personajes de dibujos animados, o aluden a lo fácil que es prepararlos: “En 5 minutos y ¡listo!”.

¿Por qué los alimentos ultraprocesados no son saludables?

Nos hacen creer que lo son. Sin embargo la verdad es diametralmente opuesta a este tipo de propaganda.

Los alimentos ultraprocesados son antinaturales por los siguientes motivos:

  • Falta de alguna parte del alimento original: por ejemplo quitarles a los cereales el salvado y el germen para obtener harinas refinadas o a las frutas la fibra para hacer un zumo
  • Contienen alguno de estos cuatro ingredientes poco saludables: harinas refinadas, azúcar añadido, sal en exceso, grasas de mala calidad. Esos cuatro ingredientes son muy baratos y muy sabrosos. Y además se conservan durante largo tiempo. Y a la industria alimentaria esto le interesa mucho.
  • Desplazan el consumo de los alimentos sanos de verdad cuando consumimos estos en su lugar.
  • Presentan aditivos potencialmente dañinos, asociados por estudios científicos a múltiples problemas de salud, como pueden ser, entre otros, la alteración del equilibrio hormonal o el cáncer.

Han descubierto que existen ciertos ingredientes que tienen la propiedad de alterar el funcionamiento normal de las neuronas del cerebro…

Estos son: el azúcar, sodio y grasas trans, bajo en fibra. El que estos dos ingredientes se encuentren en prácticamente todos los productos envasados que compramos no es algo casual, sino totalmente intencionado, ya que conducen a la adicción.

Los aditivos agregados a estos alimentos son esos numeritos con una E- delante que aparecen en el lugar más recóndito e inaccesible de la etiqueta de un producto envasado, con una letra de tamaño minúsculo y una nomenclatura incomprensible para mentes inexpertas.

Hay más de 10.000 aditivos autorizados a ser añadidos a los alimentos que consumes.

Los expertos hablan

El doctor Nicolás Olea, granadino Catedrático de la Facultad de Medicina y Coordinador de Investigación del Hospital Clínico, involucrado en numerosas investigaciones a nivel internacional, lleva años realizando estudios sobre el impacto de estas sustancias en los cánceres femeninos. Asegura, cargado de argumentos, que los tóxicos se transmiten de a través de la placenta y la leche materna, de modo que, cuantos más hijos tiene una mujer, menos probabilidades tiene de desarrollar un cáncer porque ha pasado gran parte de esos tóxicos a sus hijos.

Existen además numerosos estudios sobre la cantidad de metales pesados con los que nacen los bebés (incluso sustancias prohibidas desde los 50 que se han ido traspasando a los actuales bebés de generación en generación).

Pero el señor Olea no es el único que opina igual. Grupos científicos independientes, periodistas de gran prestigio y otros colectivos profesionales desvinculados de los intereses comerciales, relacionan el consumo diario de todo tipo de aditivos con enfermedades como esclerosis múltiple, obesidad, diabetes, autismo, hiperactividad, alergias, colesterol, enfermedades del corazón, fallos del sistema inmunológico, enfermedades degenerativas, Alzheimer, y un larguísimo etcétera que incluye el cáncer, por supuesto.

Michael Pollan (Nueva York, 1955). uno de los periodistas especializados en alimentación más relevantes del momento  –autor de los superventas “El detective en el supermercado”, afirma que con la llegada de la industrialización se empezó a procesar la comida haciéndola menos saludable. Sin embargo, no hay nada de altruista en los procederes de las grandes corporaciones:

“Cuanto más se procese la comida y más baratos sean los ingredientes, más dinero ganan”.

¿Por qué añadir estas sustancias tan nocivas para la salud en los alimentos?

En último término, estas sustancias sirven para que el consumidor compre más y el fabricante gaste menos.

Básicamente sólo sirven para dos cosas: alargar la vida del producto y lograr seducir al consumidor para que lo adquiera. Esto se consigue con los aditivos, ya que existen aditivos que proporcionan un color llamativo al producto mejorando así su apariencia. Otra de las tácticas es vender comodidad y ahorro de tiempo, ya que adquiriendo un producto procesado el consumidor no tiene que molestarse en prepararlo él.

Hasta los años 60 no había estudios que regularan estos añadidos, por lo que no se garantizaba la seguridad del consumidor. A partir de entonces empezaron a evaluarse y a prohibirse muchos de ellos.

Todas las autoridades sanitarias están de acuerdo que a niveles altos de exposición estas sustancias pueden ser perjudiciales.

Existe un comité de expertos independientes que determina cuál es la ingesta diaria de ese aditivo que no representa ningún problema para el consumidor. Lo que no tienen en cuenta es que estas sustancias son acumulativas y que el individuo las consume día tras día, por lo que a la larga puede desencadenar (y de hecho, lo hace) en enfermedades graves.

Esto es así, porque no sólo absorbemos los tóxicos de la comida, sino además de los productos de limpieza, la cosmética (cremas, dentífricos,…), los productos de higiene (geles y champús), los utensilios de cocina (sartenes, cubiertos,…), los plásticos (envases, botellas,…).

No son tan seguros como dicen

Las pruebas necesarias para que un producto salga a la venta se realizan con animales durante períodos de tiempo muy cortos. Por lo tanto, nadie se desconoce el impacto tendrán en la salud de los humanos a largo plazo. Además, algunas enferman en cantidades mucho más bajas que las “admisibles”, como los que tienen Sensibilidad Química Múltiple (SQM) o a quienes no desintoxican bien algunas sustancias.

Si no existen denuncias, los aditivos aunque sean dañinos se siguen autorizando… De hecho se están reevaluando los aditivos anteriores a 2009 por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria. Este proceso de reevaluación terminará en 2020. Mientras tanto, estamos vendidos.

Si esto te resulta muy difícil de creer, sólo tienes que aplicar un poco en sentido común. Si te tomas las molestias de averiguar cómo funciona el mercado internacional, descubrirás rápidamente (no hace falta invertir mucho tiempo) que las mismas personas que dirigen las multinacionales, ocupan o han ocupado cargos de responsabilidad en los organismos que regulan las leyes sobre la seguridad de dichos productos (“puerta giratoria” que se llama, y que consiste en tener la posibilidad de favorecer a dichas empresas a cambio de un puesto y un salario de altura en el futuro). ¿Qué te dice esto?

Conclusión

Para finalizar, me gustaría invitarte a echarle un ojo a tu despensa y nevera y comprobar si realmente estás consumiendo comida natural.

Minimizar al máximo el consumo de alimentos procesados con añadidos químicos es algo sencillo que puedes hacer para empezar a gestionar tu salud desde la base.

¡Gracias por despertar a tomar las riendas de tu salud!

Referencias

Ruiz Milena, Natural foods vs artificial foods ¿a real problem of nutrition?: A proposal for teaching in sixth degree from socio-scientific issues, Enseñanza y Aprendizaje de las Ciencias, ISSN: 2346-4712.

Croveto Mirta, Uauy Ricardo, Changes in processed food expenditure in the population of Metropolitan Santiago in the last twenty years, Rev Med Chile 2012; 140: 305-312.

Monteiro C. The big issue is ultraprocessing, World Nutrition 2010; 6: 237-69.

Uauy R, Monteiro CA. The challenge of improving food and nutrition in Latin America. Food Nutr Bull 2004; 25: 175-82.

Prentice AM, Jebb SA. Fast foods, energy density and obesity: a possible mechanistic link. Obesity Reviews 2003; 4: 187-94.

Organización Panamericana de la Salud (PAHO), Organización Mundial de la Salud (OMS). Las Américas libres de grasas trans: conclusiones y recomendaciones. Washington, D.C. USA, OPS/OMS, 2007.

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