Hace unos años la organización internacional WFF puso en marcha la #HoradelPlaneta con el propósito de crear conciencia sobre el cambio climático. Acciones diarias como el uso de un vehículo propio, el consumo de determinados productos y marcas que emiten grandes cantidades de CO2 a la atmósfera o negarnos a reciclar afectan al resto del planeta y a sus habitantes.

Este sábado, coincidiendo con el cambio al horario de verano, tuvo lugar el evento al que se sumaron grandes ciudades del mundo que apagaron sus monumentos para hacer pensar a los demás sobre el futuro de la Tierra y las extremas condiciones de vida en las que nos veremos obligados a vivir si continuamos con la actitud egoísta que nos caracteriza y sobre las que se asienta buena parte de las políticas del mundo.

Animales como el zorro ártico o el oso polar han sido protagonistas de vídeos y noticias virales en los que se hacía evidente el deshielo y la imposibilidad de estos seres vivos de encontrar alimento u hogar que les permitan sobrevivir. Pero el cambio climático no solo afecta a la otra parte del mundo, en Occidente las temperaturas son cada vez más altas, los veranos duran más y los temporales y borrascas se han convertido en una constante.

Es por este motivo que numerosos organismos gubernamentales y los mejores científicos del planeta intentan concienciar y convencer del empleo de energías renovables para futuras generaciones. Mientras tanto, la labor de organizaciones como WWF se torna imprescindible en la divulgación de hábitos de consumo en casa, en la ciudad en el campo o en el trabajo como la compra de electrodomésticos de bajo consumo o apagar los elementos electrónicos cuando no los estemos empleando. Prácticas sencillas capaces de hacer creer en un mundo mejor.

La #HoradelPlaneta es solo un acto simbólico. Un futuro evidente de lo que podrá pasarnos si no cuidamos el lugar en el que vivimos. Los avisos son constantes y el tiempo, al igual que las oportunidades, se acaban.