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Muchos países de la Unión Europea se encuentran, en la actualidad, estudiando un método para reducir el consumo de plásticos y facilitar su reutilización. 

La preocupación de una buena parte de la sociedad en cuanto al uso de plásticos en el sector alimentario unido a los perjuicios para la salud medioambiental que acarrea su uso ha llevado a muchos países europeos a estudiar fórmulas alternativas que permitan acabar con este material, que tarda años en desaparecer de la superficie terrestre.

Las políticas y medios propuestos por entidades públicas y privadas, sin embargo, choca de bruces con las marcas, que prefieren trabajar con el plástico debido a su capacidad de adaptación y de moldeamiento, además de su bajo coste de producción. 

La guerra al plástico está servida y aunque numerosos estudios medioambientales aprueban su desaparición aún son escasas las prácticas mundiales que también la buscan. La necesidad de proteger el suelo que pisamos y el lugar del que extraemos los recursos ha llevado a las empresas a innovar en cuanto al empleo de este conocido elemento.

En este sentido, la cadena holandesa de supermercados ecológicos Ekoplaza ha dado un paso más y el pasado mes de marzo inauguró el primer supermercado “libre de plásticos” en Ámsterdam. El establecimiento ofrece cerca de 700 productos de alimentación y bebidas en a que no se emplean plásticos sino papel, cartón u otras alternativas de certificación ecológica.

Esta iniciativa, que cuenta con el apoyo de organizaciones y asociaciones no gubernamentales no es la única en Europa. El Gobierno de Reino Unido va un paso más allá y aunque aboga por la eliminación de los plástico es consciente de las reticencias de las empresas de alimentación y de venta de productos y de los problemas a gran escala que podría tener esta decisión. Es por ello que dedican todos sus esfuerzos al reciclaje y pronto implantará un sistema incentivado de devolución de envases. Esta idea, que ya funciona en Alemania, ha tenido grandes resultados: el país germano recicla el 90% de sus envases.

En la actualidad de los 13.000 millones de botellas que se venden al año en las islas británicas solo el 43% de ellas van a parar al contenedor adecuado. Tras años de consultas y trabajos junto con fabricantes y comerciantes, cuando esta nueva ley entre en vigor, los británicos deberán pagar un depósito estimado de 22 peniques (25 céntimos) cada vez que compren una bebida embotellada. Solo podrán recuperar este dinero en el momento en el que devuelvan el envase, en máquinas creadas específicamente para el retorno en los supermercados.

Esta lucha también se traslada al resto del mundo, donde, afortunadamente, la concienciación en cuanto al respecto y cuidado del medioambiente alcanza cuotas cada vez más altas. Por ejemplo, en Guatemala un pequeño municipio ha conseguido dar una lección a toda una nación. A través de servilletas de tela, canastas de paja u hojas de plátano, los habitantes de San Pedro de la Laguna han conseguido reducir notablemente el empleo de bolsas y envases de plástico gracias a la vuelta de prácticas ancestrales y la recogida de residuos.

Estas iniciativas, unidas a muchas otras, son tan pequeños pasos en la lucha contra el plástico, una lucha en la que fabricantes y distribuidores llevan ventaja y cuya victoria solo pasa por la concienciación y participación de la ciudadanía. 

 

 

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