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La contaminación que suponen nuestras preocupaciones, complejos o problemas cubren nuestra vista con un velo que nos impide ver con claridad y tener una percepción correcta de nosotros mismos. La confianza, la serenidad y el amor confluyen esta semana en la meditación que nos ofrece Cristina 

Mi alma, te ruego que me ayudes a abrir en mí un espacio que me conduzca a experimentar, desde otro punto de vista, la vida, mi vida, quién soy.

Amor, mi vida. Me duele la vida en ti. Te sientes perdida. Ya no sabes qué hacer o qué dejar de hacer. Tienes frío en tu vida, tienes frío en tu interior, vives parada… inmovilizada.

¡Llama a tu fe!

Ábrela en ti. Ábrete a ella y espera… deja que se manifieste y se instale en tu ser. No dejes de llamarla. Concéntrate en su llegada: espérala con toda la vitalidad de tu dolor y malestar.

Ella se instala al ritmo de tu rendición, a la posibilidad de que te bañe otra vida.

Llama a la fe. Llama a la verdad de  la vida, a una nueva vida.

Llamando a la fe te abres y esperas, llamas y pides ser visitada por una nueva realidad.

Cuántas más la invocas, más llamas. Estás suplicando a la fe que te limpie de tus vivencias. Le estás gritando a la gran vida: ¡Quiero vivir! ¡Quiero salir de este enclaustramiento! ¡Estoy lista!

Llama al  amor. Llena tus días, tus horas, cada instante de tu vida con tu llamada a la fe.

Entonces, a medida de tus llamadas, cada vez más profundas y sinceras, una sensación suave, ligera, apenas perceptible se  abre en ti. La fe se despierta, se abre, se instala en ti. La fe te llena sin que sepas cómo. La fe se abre en ti con nuevas sensaciones y te desplaza hacia un nuevo espacio de la vida, hacia otras vivencias.

La fe es esta claridad que ilumina todo con nueva luz. La fe es ese espacio en ti donde aparecen aspectos y sensaciones imposibles de conectar, sentir, observar y, por supuesto, incapaces de vivir en el espacio estrecho y acondicionado que dibuja el mundo o en el lugar en el que crecen tus dudas y miedos.

 

Esta luz, el dominio de su claridad vive y espera dentro de ti tu elección para revelarse a ti y ofrecerte una nueva experiencia de vida.

En el segundo tiempo, después de tu entrega a ella, si sigues igual de abierta, la fe en ti te permite descubrir una nueva dimensión de tus vivencias.

Tu fe hace posible que vislumbres otra percepción de ti en lugar de la que te daba tu conciencia humana.

La fe liberta en ti y para ti una nueva visión y experiencia de la realidad en la cual estás inmersa. La fe te conecta con la luz de cada experiencia y te revela el amor, presente en cada vivencia.

Para la fe es como si fueras ciega.

Para ella, no sabes ni ver ni sentir la presencia divina.

Tu conciencia humana es un conjunto de datos memorizados que construyen tu alfabeto “táctil”, tu braille no consciente o, mejor dicho, te desconecta de la realidad divina, de la vida.

Si escoges abrirte a tu fe, lo que haces es llamar a sus “ojos” para guiarte en tu estado de ceguera, de desconectada de la vida, del significado vibratorio, divino, auténtico de tu experiencia vivida.

Entonces, sales de la mente y la fe, tu fe, coge tu mano. Lo hace para ayudarte a revelarte a ti misma a partir de tus nuevas sensaciones, una nueva lectura de la realidad vivida, totalmente diferente a la decodificada por tu mente.

La fe y tu presencia en ella te abre otra visión de tu vida así como de quién eres.

Al conectarte a la vida por la claridad y la percepción específica de tu fe, ella te sensibiliza a un nuevo entendimiento de lo que vives. A través de la sensibilidad de tu fe, te comunicas, te relacionas con toda la vida a partir de una nueva inteligencia; la inteligencia de la luz en toda la vida.

La fe es la claridad aceptada que te abre a otra visión y que te conduce a una nueva experiencia de la realidad vivida.

Gracias mi vida, mi alma, mis ojos…

 

 

 

Con amor.

Cristina.

 

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